
Lanzamiento: «Grimorio escarlata»
Rodrigo Nocove, Esteban Cruz
¿Existirá una hermandad secreta esotérica en Colombia? ¿Serán ellos los poseedores y acumuladores de poderes mágicos de múltiples regiones desde la época de la conquista? Esta es una novela de terror, impregnada de magia negra y que camina por las tierras colombianas y se asienta en sus costumbres y leyendas. Rodrigo Nocove presenta su novela Grimorio Escarlata en compañía del antropólogo y escritor Esteban Cruz.
FORMATO: Lanzamiento
PLATAFORMA: https://www.twitch.tv/serendipiafestival/
ORGANIZADOR: Calixta Editores / @calixtaeditores
“Grimorio escarlata”, de Rodrigo Nocove, es la magnífica obra de un escritor de inusual talento. Su segmento inicial (“Luces y sombras”) brinda un delicado friso descriptivo de una zona rural en la Colombia de 1938. Una entrañable familia de campesinos compuesta por el padre Ernesto, la madre Ángela y la única hija del matrimonio, Rósalin, de ocho años, vive y trabaja apaciblemente en una de las nueve parcelas de la hacienda “San Jacinto”. La pequeña nos recuerda a la niña de “El laberinto del fauno” pues, al igual que aquella, Rósalin es pura, inocente y posee una frondosa imaginación. Un 31 de octubre (día de brujas), durante una de sus ensoñaciones, y mientras juega y fantasea en el exterior de su finca, un perro negro se le aproxima. Pero ella no se asusta. El animal parece amable y con su mirada bella y fulgurante la hipnotiza. La infante lo sigue extasiada hasta un tupido bosque próximo a la hacienda “San Gregorio”, propiedad de María Clemencia Díaz, una obesa cincuentona practicante de conjuros, a quien sus vecinos detestan y a sus espaldas apodan “María Demencia”. En un momento de su viaje el can demuestra que es sobrenatural y comienza a hablarle a la niña. Se presenta como “Lito”, y con voz dulce y encantadora promete hacerle conocer un mundo de maravillas. Para sellar su amistad, antes de evaporarse entre el follaje, dejará un obsequio a su flamante amiga: una ocarina para que Rósalin disfrute con su música. Pletórica de alegría, la chiquilla retorna a su casa. Pero el regalo es un engaño, un artilugio fatal que traerá su desgracia y la de sus padres. “Lito” no era un perruno amigo mágico sino un ente repugnante. En realidad se trata de un holograma creado por la pérfida María Clemencia, que con sus maleficios busca asesinar a sus vecinos para adueñarse de sus parcelas. Y ocurre que la malvada es una iniciada de la sórdida hermandad “Isvaráth”, que ejecuta hechizos basada en las instrucciones de un libro esotérico: el “Grimorio escarlata”.
Una sucesión de cuentos breves notablemente hilvanados, un conocimiento cabal del tema tratado, y una pluma de fina prosa, hacen de la lectura de este libro una gratificante experiencia. Muy, pero muy, recomendable.
Gabriel Antonio Pombo.
“Grimorio escarlata” es la magnífica obra de un escritor de inusual talento. Su segmento inicial (“Luces y sombras”) brinda un delicado friso descriptivo de una zona rural en la Colombia de 1938. Una entrañable familia de campesinos compuesta por el padre Ernesto, la madre Ángela y la única hija del matrimonio, Rósalin, de ocho años, vive y trabaja apaciblemente en una de las nueve parcelas de la hacienda “San Jacinto”. La pequeña nos recuerda a la niña de “El laberinto del fauno” pues, al igual que aquella, Rósalin es pura, inocente y posee una frondosa imaginación. Un 31 de octubre (día de brujas), durante una de sus ensoñaciones, y mientras juega y fantasea en el exterior de su finca, un perro negro se le aproxima. Pero ella no se asusta. El animal parece amable y con su mirada bella y fulgurante la hipnotiza. La infante lo sigue extasiada hasta un tupido bosque próximo a la hacienda “San Gregorio”, propiedad de María Clemencia Díaz, una obesa cincuentona practicante de conjuros, a quien sus vecinos detestan y a sus espaldas apodan “María Demencia”. En un momento de su viaje el can demuestra que es sobrenatural y comienza a hablar a la niña. Se presenta como “Lito”, y con voz dulce y encantadora promete hacerle conocer un mundo de maravillas. Para sellar su amistad, antes de evaporarse entre el follaje, dejará un obsequio a su flamante amiga: una ocarina para que Rósalin disfrute con su música. Pletórica de alegría, la chiquilla retorna a su casa. Pero el regalo es un engaño, un artilugio fatal que traerá su desgracia y la de sus padres. “Lito” no era un perruno amigo mágico sino un ente repugnante. En realidad se trata de un holograma creado por la pérfida María Clemencia, que con sus maleficios busca asesinar a sus vecinos para adueñarse de sus parcelas. Y ocurre que la malvada es una iniciada de la sórdida hermandad “Isvaráth”, que ejecuta hechizos basada en las instrucciones de un libro esotérico: el “Grimorio escarlata”.
Una sucesión de cuentos breves notablemente hilvanados, un conocimiento cabal del tema tratado, y una pluma de fina prosa, hacen de la lectura de este libro una gratificante experiencia. Muy, pero muy, recomendable.
“Grimorio escarlata” compila, en su primera parte, una sucesión de narraciones ambientadas en una zona rural de Colombia cuyas escenas se situan en 1938. El primero de los relatos, “Luces y sombras”, opera a modo de perfecto “abrebocas” que orienta al lector por la geografía del departamento de Boyacá, situado en el centro del país, en la cordillera oriental de los Andes, y más exactamente de…
Pero no solo el entorno rural está descrito con destreza; la psicología de los personajes es lo que nos impacta. El primer personaje que aparece en escena es la ingenua Rósalin, de ocho años, cuyas ensoñaciones tan desbordantes inevitablemente nos recuerdan a la Ofelia de “El laberinto del fauno”. Sin embargo hay una diferencia esencial entre ambas niñas de ficción. Mientras que el “fauno”, a pesar de su monstruosa apariencia, será leal y benévolo con aquella infante y, tras someterla a varias pruebas, la conducirá como una reina a un mundo mágico de eterna felicidad, el “perro negro” que aquí conoce la niña, aunque parece bello y tranquilizador será el instrumento de su desgracia.
La chiquilla, en su inocencia, atraerá sin querer el desastre a la casa a través de una ocarina de barro con forma de perrito sonriente. Se trata de un artilugio malvado que le regaló ese suerte de compañero invisible reflejado en el perro “Lito”, que la acampaña por los bosques y le habla con dulzura. Pero todo es una trampa. “Lito” es una representación del mal, un vehículo que la pérfida María Demencia ha usado para captarla y esparcir un daño sobrenatural en el hogar de Rosalin, para asesinarla a ella y a sus padres.