Cuando Pablo huye de su casa tiene catorce años. Se va porque no resiste más los maltratos en casa de los que han sido víctimas él y su hermana. Cuando regresa, tiempo después, si bien todo se ve distinto, la gente de este lugar en el que vivía parece seguir en lo mismo, como si sus vidas se hubiesen detenido en el tiempo.
Tarde o temprano, el pasado terminará imponiéndose en la vida de Pablo, tocando a su puerta, buscando, como un ancla, hundirlo en las profundidades de la culpa y el odio.
La relación con su padre nunca fue buena. Regresar a Neiva, este municipio colombiano, supone para él un nuevo encuentro con todo aquello que durante tanto tiempo intentó enterrar. Esto marcará su destino para siempre.