Meow

Por: Jhoan Sebastián Huertas

No sé quién se cree Karen para dejarme toda la mañana sin comer, pero ya es hora de que me alimente. Estiro mis patitas encontrando la posición perfecta
para descansar de las cinco horas de sueño que acabo de tener, pero mi barriguita está gruñendo, tengo hambre y mi plato esta medio vacío ¡No puedo
comer si mi plato esta medio vacío! y no sé a qué hora se va a dignar Karen para levantarse y alimentarme, si no ¿para qué sirven los humanos?

Camino con toda la elegancia que me caracteriza por el pasillo de mi apartamento hasta la habitación que mi humana usa en mi hogar y si quiere seguir usándolo, será mejor que se levante de una vez y llene mi plato con comida. Abro la puerta de su habitación y tomo impulso para saltar y subir a su cama, pero algo me detiene, una corriente eléctrica pasa por mi cuerpo y eriza mi pelaje, mi fría naricita comienza a sentir un aroma que no había conocido antes, pero me desagrada, no sé qué es, ¡me molesta que mi apartamento huela así! De la nada mis reflejos me hacen saltar a la derecha, esquivando a la figura que se lanzado hacia mí. Karen se ve distinta, sus ojos están rojos y escurren algo líquido, de su boca sale baba como si no se hubiera vacunado contra la rabia. Rabia, creo que Karen tiene rabia.

Se vuelve a abalanzar sobre mí, pero a ella se le olvida que yo soy más rápido y la esquivo. Mi instinto me pide a gritos que salga de la habitación y le hago caso, pero Karen viene tras de mí, esta vez sé que no quiere jugar, yo nunca quiero jugar con ella, pero igual se cuándo tiene esa intención. Esta vez siento algo diferente. Me quiere hacer daño pero ¿Por qué? ¿Quién se cree para intentar lastimarme?

No sé a dónde más ir y me ubico en el espaldar del sofá, aquí me hago para ver el atardecer y tomar mi siesta, Karen me mira con deseo, casi podría pensar que me quiere cazar, bueno, tengo la certeza en el momento en el que se lanza hacia mí con sus manos como garras y su mandíbula abierta. Intento esquivarla y resbalo, caigo en el espacio entre el sofá y la ventana y veo como Karen sigue derecho, al principio queda atorada en los cristales rotos de la ventana y de tanto forcejear termina cayendo.

Eso le pasa por intentar hacerme daño. Pero ¿ahora quien me va alimentar? Pasan las horas y yo sigo teniendo hambre, me voy a la casa de mi vecina Ágata, su humano le dejo la bolsa de comida abierta y allí comemos los dos durante algunos días, pero el olor a podrido que hay en su casa nos hace irnos, Ágata me dice que a su humano también le dio rabia y que intento devorar a su hija dejando restos del cuerpo que expedía ese aroma.

Algo está pasando, me siento nervioso todo el tiempo, Ágata y yo caminamos por las calles, pero tenemos que escondernos, vemos como los humanos con rabia se comen entre sí, otras veces tenemos que huir pues nos quieren devorar a nosotros. ¡Todo es un caos! ese olor está en todas partes y lo producen los humanos con rabia o los restos que dejan en las calles. Con el paso del tiempo la ciudad se vuelve irreconocible. Me encantaba ver el paisaje de lo que mi Karen decía que se llamaba Bogotá desde mi ventana, pero ahora es horrible y no me gusta. Manchas rojas por todas las calles, las cajas rojas gigantes donde se transportan los humanos volcadas en todas partes, aplastando a los humanos que otros humanos devoraban con vehemencia, si los gatos sabemos que es vehemencia.

Los días pasan y he tenido que aprender a alimentarme con ratas, al principio fue difícil, pero Ágata me enseño a cazarlas y ahora lo disfruto, imito a los Humanos con rabia cazando a otros humanos, a veces intentan comerme, pero nunca pueden. Cada día se nos unen más y más gatos a la manada. Aldo José sugirió un día que cazáramos a uno de esos humanos, a fin de cuenta son más torpes aunque más violentos. Lo intentamos varia veces, es arriesgado, perdimos miembros de la manada. Pero cuando lo logramos nos dimos un festín digno de los dioses, o sea digno de nosotros. ¿Quién lo diría? Ese horrible olor escondía un sabor dulce en la carne de los Humanos con rabia. Los gatos comenzamos a adueñarnos de las calles, no sé en que momento comenzaron a actuar de esa forma los humanos, pero me gusta, verlos pelearse y devorarse a los pocos normales que quedan. Y lo mejor de todo ¡Ya no hay perros! Esos horribles animales ya no están, en todos estos meses solo vi uno, caminaba junto a un Karen Macho, se llamaba Azul o eso creo.

Cada vez somos más gatos en la manada, cada vez somos más agiles y cazamos mejor y más rápido a los Humanos con rabia, cada vez nos gusta más el aroma, cada vez más nos gusta el dulce sabor de su carne podrida. No sé que fue lo que les causo la rabia, no sé que fue lo que causo todo esto, solo sé que era lo que debía ocurrir, cada vez somos más fuertes y cada día estamos recuperando el dominio del mundo que siempre fue nuestro.

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