Por: Guillermo Borrero, autor de «Historia de la tristeza»
El espíritu de la autora, Mónica Chamorro Mejía, parece desbordarse en El arte del mal morir. No hablo únicamente de la técnica narrativa, maravillosa, innovadora, empezando por el título que ya en sí es no solo poético, sino premonitorio.
De la autora había leído El nido, cuento ganador de un concurso de narraciones breves y luego varios otros cuentos de su libro Remedia Amoris, en donde ya se vislumbraba la genialidad de la narrativa de la escritora. Desde entonces estaba esperando por su próxima creación.
El arte del mal morir me ha dejado ese mismo sentir. Me sorprende su propuesta narrativa de investigación periodística con diferentes estilos, ritmos y música. Sus personajes pueden ser helados, como en el caso de la médica Eulalia, o fogosos apasionados, como Alfred y sus amigos. Utiliza descripciones desgarradoramente bellas. Mónica Chamorro Mejía es una maestra en la composición, no de un solo universo, sino de multiversos muy complejos que narran diferentes historias que se unen como los brazos de un pulpo en la cabeza.
Esta lectura le deja al lector una multitud de emociones -no lo sé-, emociones que le tocan el alma. Es una novela con espíritu, con un espíritu luminoso. Las escenas del parque son en absoluto maravillosas. Como lector hubiera querido que no terminaran nunca, pues en sí conllevan toda una historia que le da una fuerza narrativa inigualable e intrigante a la novela. La escritora juega con nuestra imaginación nos hace desear más, como si fuéramos un voyeur disfrutando de lo mórbido. Nos mete en el universo de lo fantástico.
Aprecio enormemente su inigualable control narrativo, usa las palabras esenciales, sin adicionarle algo que no sea necesario en absoluto, y las saborea, como Eulalia, la médica de hielo, saborea las letras del nombre de su deforme hermano cuando lo pronuncia.
La mención que hace sobre La muerte en Venecia lleva al lector a ese sentimiento de pérdida, de desolación y ausencia. Tiene un final conmovedor, es un gran finale, como bien lo anticipaba el protagonista a la espera de la visita de los que fueron suyos.